No están ahí por cualquier razón. Las pegatinas de moscas que hay dentro de los urinarios masculinos son uno de los instrumentos de condicionamiento psicológico que han llamado la atención del nuevo Gobierno de EEUU.
Casi todos los hombres – y aquellas mujeres que hayan visitado baño masculinos por razones de la vida – las hemos visto. Dentro de algunos urinarios es corriente que haya una pequeña mosca que consigue engañarnos durante unos instantes antes de que nuestro ojo y nuestro cerebro se pongan de acuerdo: es una pegatina. Un dibujo. Algo gracioso o eso creíamos.
La tradición oral masculina, tan aficionada a cuestiones escatológicas, no suele incluir comentarios sobre la existencia del insecto. Creo que asumimos todos que es un elemento decorativo, una moda, un toque de gracia para un lugar tan poco agraciado. Pero resulta que esa mosca tiene una función; es más, esa mosca tiene toda una filosofía en sus alas y ha volado hasta la Casa Blanca.
Leo que las primeras moscas de baño aparecieron en el Aeropuerto de Amsterdam. No fueron producto de una mutación por concentración de bacterias y líquidos viscosos, sino idea de un empleado de la limpieza. Harto de que los hombres jugaran a ser Pollock en los urinarios y complicaran el trabajo desagradablemente, dice la leyenda que este empleado pensó en inducir el comportamiento del usuario del WC poniendo una pegatina. Problema resuelto: los usuarios comenzaron a apuntar y disparar de forma inconsciente sobre la mosca y el efecto ‘manguera suelta’ se redujo drásticamente.
El efecto-mosca cogió en acto de servicio a emprendedores, ingenieros, politólogos y académicos, que comenzaron a estudiar la iniciativa. “Está claro que a los hombres les gusta apuntar a objetivos concretos”, dice un experto en la materia al New York Times. Con esta técnica, se ha conseguido que esos desagradables trozos de mármol que supuestamente están pensados para acoplarse a la anatomía masculina estén un 85% más limpios.
“Se ahorra en costes, se ahorra en productos nocivos de limpieza (…) Estamos haciendo un mundo mejor, urinario por urinario“, asegura en otra entrevista Doug Kempel, también conocido como el ‘Chico mosca’, el ingeniero que comercializa a precios de coste las moscas filántropas. La ciencia ya ha investigado cuál es el lugar ideal para colocar la pegatina (ver ilustración): exactamente a 51mm por encima del nivel del desagüe y 25mm a la derecha del eje central de la superficie meable útil.
Si Kempel supo aprovechar la idea, ha habido otros que han sabido aprovechar lo que la idea esconde. El economista Richard Thaler, uno de los principales asesores de Obama en política pública y regulatoria, se ha inspirado en el efecto-mosca para potenciar su filosofía ‘nudge’, que se basa precisamente en diseñar “arquitecturas de elección” para que las personas “modifiquen el comportamiento de forma previsible, sin necesidad de prohibición”.
Es lo que, en unas declaraciones a La Vanguardia, los padres de esta filosofía llaman “paternalismo libertario”, una expresión que sin duda debe sonar mejor en inglés pero que se basa en guiar las opciones de los individuos para evitar “la tiranía de las opciones infinitas”, que debe ser algo así como entrar en Ikea con mucho dinero y salir con cientos de cosas que no necesitas.
No sabemos si aquel operario de limpieza que pegó la primera mosca sigue metiendo sus manos en váteres atascados, pero sus moscas van a posarse sobre la mesa del Despacho Oval. Nunca volaron tan alto.
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Bonus track:
- En vez de moscas, porterías de fútbol o caras de banqueros.
- Ya, y si no hay mosca ¿a dónde apunto?
* originalmente publicado en juanlusanchez.com
Fuente: ¿Por qué hay moscas en los urinarios y por qué eso le interesa a Obama?