Recuerdo cuando allá por 2003 me acerqué al videoclub local a alquilar Minority Report. Llegaba con un reparto envidiable, bajo la dirección de Steven Spielberg y con actores de la talla de Tom Cruise o Collin Farrell. Ambientada en el año 2054, seguía esa estela cyberpunk que había dejado recientemente Matrix, y aunque no llegó a cautivarme tanto como esta, sí que dejó una huella indeleble en mí por cómo planteaba la interacción con las máquinas en ese futuro distópico.
Se trataba de una interacción en forma de mecanismos naturales como órdenes de voz y gestos, a la vez que se recibía la información por vía de proyecciones holográficas, contextualizada sobre el mundo real y sin necesidad de ningún gadget externo más allá de unos simples guantes.
Cabe destacar que, por aquel entonces, los mecanismos de interacción persona-máquina eran muy primitivos. Estábamos abandonando el bastoncillo y alcohol, para que la bola del ratón no se atascase, gracias lanzamiento de los primeros ratones ópticos, y habíamos obtenido una gran destreza para escribir tecleando hasta 3 veces el mismo dígito en aquellos indestructibles Nokia 3310.
Por el contexto de la época, la película me hizo reflexionar. Sin duda el acceso a la información era más rápido, más intuitivo y sin ningún tipo de fricción. También se dejaban entrever los primeros debates morales relativos a la privacidad de los datos y el control sobre la población. En aquel entonces me preguntaba si en 2054 llegaríamos a ese nivel de sofisticación, pues no sería descabellado, estando aún en plena adolescencia, que pudiese llegar a vivir algo similar. A día de hoy, a algo menos de la mitad del camino desde su lanzamiento, no tengo ninguna duda de que llegaremos, e incluso probablemente sobrepasemos las expectativas de los guionistas.
Y es que nos encontramos en una nueva y emocionante carrera, comparable a la carrera por los ordenadores personales en los 80, los primeros teléfonos móviles en los 90, los smartphones en los 2000, y los smartwatches y otros wearables hacia 2010. Actualmente, los headsets de realidad mixta, unidos a la Inteligencia Artificial han acuñado el concepto de «computación espacial», que está en el centro de la escena, comenzando a modelar esas nuevas interfaces e interacciones con el espacio.
Si nos paramos a pensar, todas estas carreras han contribuido al mismo objetivo, facilitar el acceso a la información, y la Ingeniería Informática ha jugado un papel crucial en cada una de ellas, estableciendo las bases para que estos avances se desarrollen de forma robusta, segura y responsable. Gracias a ella, hoy puedo disfrutar de mi profesión y contribuir para estar un paso más cerca de ese futuro en el que lo virtual es mucho más accesible y nos ayuda a empoderar el mundo real.
¡Nos vemos en el 2054!
Pablo Soto Medina, CTO de Onirix